
01 Jun Trincheras mentales: mírame a mí, no a mi «ismo»
Olga Belmonte |
Siempre he pensado que Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia, de Stefan Zweig, debería ser una lectura obligatoria en Bachillerato. Se trata de un antídoto contra la intolerancia y de una -hoy muy necesaria- defensa de la libertad de conciencia y de espíritu. Es un libro que nos recuerda que la violencia envilece cualquier idea, que «matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre». ¿Hasta qué punto nos ciegan nuestros pensamientos, como para no ser capaces de reconocer a las personas que tenemos delante (real o virtualmente)?
Siempre que alguien defiende una idea o una opinión amparándose en un determinado «-ismo» (comunismo, cristianismo, capitalismo…) recuerdo las palabras de F. Rosenzweig a E. Rosenstock en una carta: «no veas mi -ismo [refiriéndose al judaísmo], mírame a mí». A veces caemos en el error de ver una ideología determinada, una doctrina, un partido al que se vota, en lugar de ver a una persona. Cualquier idea, cuando te impide reconocer a las personas más allá de ella, deja de ser el fundamento de tus opiniones, para convertirse en el origen del fundamentalismo.
En una ocasión, durante las clases de Ética, me sorprendió un grupo de alumnos que rechazaban de entrada cualquier idea procedente de determinados filósofos o filósofas, porque eran «liberales» o «marxistas», o de cualquier otro «ismo». Solo daban crédito a quienes partieran de las mismas bases que ellos asumían previamente como ciertas. Si ellos se definían como liberales y hablábamos de un autor marxista, rechazaban cualquier afirmación, porque siendo marxista, no podía decir nada interesante y, mucho menos, tener razón.
¿Qué tipo de pensamiento puede desarrollar quien no cuestiona sus propias ideas, quien cree que cualquiera que piense distinto, se equivoca? Traté de transmitirles que partir de una base tan rígida y reducida, no solo impide el diálogo, sino que empequeñece nuestro horizonte filosófico y vital, porque atrofia nuestro pensamiento. Si solo leemos a quienes piensan como nosotros, ¿qué podemos aprender? Esto mismo ocurre cuando solo seguimos en las redes a quienes piensan, escriben, viven y sienten como nosotros. Tenemos la responsabilidad de transmitir a los jóvenes la importancia de tolerar visiones diversas, de ser capaz de convivir con quienes tienen una mirada diferente a la nuestra.
Esta forma de asomarnos a la variedad de perspectivas que posibilita la existencia es sesgada, pero además es maniquea: divide artificialmente a la humanidad en buenos y malos. ¿Qué nos hace pensar que no podemos extraer nada positivo de un pensamiento distinto al nuestro? Una persona es mucho más que las ideas que tiene, es su modo de transmitirlas, de relacionarlas con sus experiencias, de equivocarse, de rectificar… Asomarnos a esa vida (leyendo a filósofas o a cualquiera que nos regale sus paisajes interiores) es mucho más enriquecedor que negarnos a conocerla, simplemente porque esa persona se identificó con un determinado «ismo» distinto del nuestro.
La mejor forma de seguir creciendo y aprendiendo no es leyendo (o siguiendo) a quienes piensan como yo, sino a quienes piensan distinto, incluso algo opuesto. Pero normalmente, para reforzar nuestras ideas (y la seguridad asociada a ellas), las confrontamos con la posición más débil del «contrincante». El filósofo A. Flew basó sus reflexiones en una confrontación constante con las mejores versiones -las más serias y completas- de las teorías opuestas a las suyas, porque de esa forma sus argumentos serían cada vez mejores y la calidad del debate, cada vez mayor.
Este modo de reflexionar y de asomarse a los problemas que le preocupaban le hizo, al final de sus días, abandonar el ateísmo filosófico, para afirmar que Dios existe, en una peregrinación racional que le llevó a lugares por los que nunca hubiera transitado si se hubiese mantenido en las fronteras de sus primeras intuiciones. Abandonemos las trincheras mentales, atrevámonos a leer y a dialogar con quienes piensan distinto, porque no son una amenaza, son una puerta abierta a una perspectiva nueva, que seguro ensanchará la propia.
PD. Si alguien del ámbito político nos lee, que lo comparta con sus colegas (también con quienes piensan distinto).
Inés
Posted at 14:15h, 04 junioMaravilloso!!!! Gracias, siempre tan oportuno